top of page

En la costa, pero no en el agua - TOMI - LIBRO NÓMADAS A PEDAL

  • Foto del escritor: Nómadas a Pedal
    Nómadas a Pedal
  • 25 feb 2019
  • 10 Min. de lectura

Actualizado: 15 dic 2019


Festejando la independencia del Perú en una escuela de Ilo

"Una persona que nunca ha cometido un error nunca intentó nada nuevo" - Albert Einstein.


Fuimos tres veces a la Terminal para acordar el tema de llevar las bicis. La chica de la boletería nos confirmó que había hablado con el jefe de choferes y que no tendríamos problema, así que compramos los boletos.

Nos acercamos al bus con las bicis en las cajas y el muchacho que cargaba equipajes nos dijo —Son cien pesos por bici. — Tratamos de negociar y su respuesta fue —Hablen con el chofer y les va a salir más caro— así que le dimos cien pesos cada uno. Todo venía bien hasta que en San Pedro de Atacama el jefe de choferes se acercó y nos preguntó —¿Ustedes son los de las bicis no? ¿Saben que tienen que pagar cuando lleguemos a Calama? — Después del desencaje que produjo esa acotación vino una larga discusión y resultó que los cien pesos que le habíamos dado al señor de Argentina fue una propina de generosos que éramos. Nunca había dado tanta propina por tan poco porque incluso nosotros habíamos subido las bicicletas.

Esa actitud de aprovechamiento de este sujeto nos recordó las situaciones cotidianas que se viven en estos tiempos, de las cuales estábamos exentos ya que desde el comienzo del viaje no dejamos de encontrarnos con gente hermosa. Tras esa situación y tener latentes las dos caras posibles, elegí seguir en ese camino de magia donde todos generosamente extendemos la mano para ayudar al otro y no para metérsela en el bolsillo y sacarle algo.

Al llegar a la Terminal de Calama, que resultó ser exclusiva de esa empresa, nos querían hacer pagar mucho dinero por el exceso de equipaje. El chofer remató diciendo —No quiero ser racista, pero los argentinos y bolivianos siempre traen problemas.

Al vernos impedidos de movilizarnos a otra terminal porque las bicis estaban embaladas y necesitábamos tomar otro bus hacia Iquique, negociamos que no pagaríamos ese exceso de equipaje y cómo íbamos a viajar con ellos el siguiente tramo, por ese si pagaríamos un total de cinco mil pesos chilenos cada uno.

La espera se hizo larga en un ambiente no muy agradable pero finalmente llegó el bus. Cuando fuimos a pagar el exceso de equipaje plantearon que el precio era ocho mil y no nos quedó otra que pagarlo. Lamentablemente Argentina nos despedía con una de sus peores caras, y Chile nos recibía de mala manera.

Contactamos a Romi por Couchsurfing, ella nos esperaba al siguiente día, pero de todos modos le escribimos para ver si podía recibirnos antes y nos fuimos a recorrer la costanera. El sol se iba escondiendo y tras no tener novedades decidimos ir a un hostel. A la mañana siguiente Romi seguía sin aparecer, queríamos quedarnos pero no teníamos donde y la única opción era volver al hostel ya que no había lugar para acampar.


QR - Iquique

Estábamos en la playa y en nada se parecía nuestra situación a mi imagen mental, estaba cabizbajo, incómodo y todavía molesto por lo vivido en el bus. Iquique y yo no teníamos feeling, pero mi deseo por conocer un poco más la ciudad era muy fuerte, tanto que cuando ya estaba resignado, Romi apareció. Habíamos estado esperando frente al hostel conectados al wifi y después de un rato nos fuimos. Cuando volvimos a pasar el celu de Gonza se conectó y recibimos el mensaje de ella pasándonos la dirección y al llegar nos quedamos boquiabiertos mirando las inmensas torres frente al mar donde nos esperaba.

El día anterior mientras paseábamos por la costanera y veíamos los edificios le comenté a Gonza Que lindo seria despertar ahí arriba, por el piso treinta, salir al balcón y mirar el mar.

Tras un intenso registro de ingreso llegamos al piso veintitrés, allí vivía Romi junto con dos amigas en una de las torres -exactamente la misma que había señalado el día anterior-. Una de ellas se encontraba de viaje y la otra fue la anfitriona ya que Romi también se iba a ver a su familia al día siguiente. Subimos los veintitrés pisos con las bicicletas en un ascensor todo espejado, con un terrible miedo de romper algo y que nos echaran antes de la primera noche.

Pareció irreal como pasamos de no tener nada a estar en el lugar que soñé el día anterior. Esa fue una de las experiencias más maravillosas que me ocurrieron durante el viaje. ¡Atraje EXACTAMENTE lo que había deseado!


Almorzando en lo de Romi, Iquique, Chile

Después de brindar por nuestro nuevo y soñado hogar con unas cervezas Cuzqueña, nos fuimos a tomar mates a la playa. En Iquique hay cantidades de una especie de pato llamado “Yeco” que se caracterizan por su ruido similar al de un cerdo y el fétido olor de su materia fecal. Cuando se acerca la noche se agrupan en los postes de luz y las palmeras. Debajo se pueden ver las manchas blancas gigantescas de sus rastros. Momentos antes de irnos de la playa a comprar lo necesario para la cena pasó una bandada de patos por arriba nuestro y uno de ellos hizo sus necesidades sobre Gonza manchándolo desde el hombro hasta los tobillos. Lo gracioso y extraño fue que a los pocos minutos pasó otro (o quizás fue el mismo, no lo sabemos) y nuevamente descargó su arsenal sobre él. Esa misma noche conocimos a otra amiga de las chicas que vivía en la otra torre. Con ellas pasamos unos entretenidos días compartiendo cenas, paseos, salidas y hasta una escapada a la fiesta de la Tirana.

La segunda noche, mientras regresábamos de un bar se me cayó el celular en un taxi y lo noté recién al llegar a la casa. Resignado, aunque con bronca por la pérdida me fui a dormir mientras los chicos continuaron la fiesta. A la mañana siguiente Fer desde San Juan le escribió a Gonza para decirle que había recibido un mensaje desde mi teléfono. ¡Era el taxista que al encontrarlo le escribió a la última persona con la que yo había hablado para tratar de devolverlo! Gonza llamó a mi número y se comunicó con él taxista, quien terminó trayendo mi teléfono hasta la puerta del edificio.

A pesar del sabor amargo que tenía cuando llegamos a Iquique pude mantener el foco en que estaba cumpliendo mi sueño de viajar y volver a atraer buenos momentos y excelentes personas.

Salir de Iquique implicaba subir un médano enorme, que por suerte logramos completar de un solo tirón. Encaramos rumbo al norte y tras más de cuatro horas de pedaleada llegamos a Huara. Allí acampamos en una zona que el pequeño pueblo tiene para pasar el día con parrillas y mesas, con muy buen mantenimiento.

Al día siguiente partimos bien temprano e hicimos el tramo más largo del viaje. Después de 134 km y una de las bajadas más grandes y divertidas hasta el momento, analizamos la situación y nos dimos cuenta de que nos sería imposible llegar al destino planeado. Estábamos en medio de la nada y solo nos quedaba acampar en la banquina. Tras observar el lugar divisamos algunas máquinas pesadas y contenedores al costado de la ruta, nos acercamos a consultar si podíamos armar la carpa en algún reparo y amablemente no sólo nos dejaron, sino que además como había un dormitorio libre nos ofrecieron dormir allí. Fue una gran salvación ya que el frío afuera era insoportable.


Disfrutando de la increíble vista.

Nos quedaban 100 kilómetros para llegar a Arica así que después de un buen desayuno continuamos la pedaleada. Rápidamente llegamos al pueblo, nos esperaba el mayor desafío: la cuesta de Camarones con sus 21 kilómetros de subida constante. Así como fue de dura, fue de espectacular gracias a los paisajes: dunas inmensas con hermosos valles en medio. Los últimos 10 kilómetros se nos hicieron tan pesados que nos vimos obligados a frenar y descansar cada 2 kilómetros.

Felizmente completamos la subida y paramos para descansar y comer algo mientras intentábamos hacer dedo ya que nos quedaban 70 kilómetros y estábamos muy cansados. Durante esa media hora no hubo éxito y algo frustrados volvimos a pedalear.

Creo que no llegué a completar dos vueltas de la caja pedalera que sentí un ruido, y al girar la cabeza observé una camioneta ya encima nuestro y como pude estiré el brazo con el pulgar mágico extendido. Afortunadamente funcionó y el vehículo se detuvo unos metros más adelante. El chofer nos dijo que podría llevarnos a Arica, ya que iba hacia allí, pero primero debía descargar unos kilómetros más adelante los carteles de señalización vial que llevaba en la caja. Cambio de opinión y nos dijo: —Carguemos las bicis ahora y suban. Así fue como partimos junto a él. Luego esperamos un rato a que bajaran los carteles y los instalaran en su debido lugar a los costados de la ruta. Mientras tanto nosotros elongábamos en la banquina. Menos mal que nos ayudaron con ese aventón porque en esos 70 kilómetros que restaban, 17 eran cuesta arriba.


18 de Julio de 2017, Arica, Chile


Llegamos a Arica y nos encontramos con Mario, nuestro bici viajero amigo también contactado gracias a Warmshowers. El alquilaba una habitación en una casa grande e igualmente recibía a ciclistas viajeros. Nos acomodamos los tres y pasamos dos lindos días.

Su proyecto de viajar por su país haciendo un documental sobre la belleza que hay allí ya arrancó y lo registra en su Instagram “La Fotocleta”.

Mario dejaba su casa por lo que teníamos que buscar un nuevo lugar para dormir si queríamos pasar más días en esa ciudad.

Francisco, un hombre que nos había cruzado en la ruta, nos había ofrecido acampar en su predio y no habíamos aceptado porque estábamos bien en casa de Mario. La situación había cambiado y lo contactamos. No tuvimos respuesta, pero igualmente nos quedamos creídos que nos recibiría. Las horas pasaron y Francisco no aparecía ni contestaba. Se hizo de noche y su restaurant frente al mar seguía cerrado. Finalmente, a eso de las nueve de la noche nos avisó que saltáramos el alambrado y nos instaláramos. Después de un rato llegó en compañía de su hijo y su hermano. Habían ido a pescar y venían con la cena. Prepararon un fueguito y se dispusieron a cocinar los pescados recién sacados del mar. Nosotros ya habíamos cenado pero no podíamos despreciar semejante lujo y aceptamos la invitación.

Nuevamente tuvimos la soga al cuello y a último momento todo se resolvió como lo había pedido.

Allí pasamos también dos días y luego partimos rumbo a la frontera. El Perú nos esperaba.


22 de Julio, Bocas del Río, Perú


Ya en el límite fronterizo, para poder pasar tuvimos que desarmar todos los bolsos y pasarlos por el scanner. Ese proceso, junto con la espera y volver a armar todo nos demoró bastante.

Arribamos a Bocas del Río y consultamos en el Cuartel Policial si podíamos acampar en la plaza y si el agua del grifo se podía beber. Tras darnos el visto bueno nos pusimos a montar campamento y por supuesto bebimos el agua sin tratarla a pesar de tener pastillas purificadoras. Ese fue uno de los más grandes errores cometidos en el viaje, ya que nos trajo una descompostura brutal. Por suerte al día siguiente nos esperaba en Ilo, Karim, nuestra próxima Couchsurfing. Al segundo día comenzó el malestar que nos tuvo una semana en cama aunque bien cuidados por nuestra amiga.

La noche que contestó nuestro mensaje aceptando recibirnos yo estaba en la plaza intentando hacerme amigo de la armónica y Gonza se asomó de la carpa para gritarme la noticia de que teníamos anfitriona. Saber que llegas a un nuevo destino y tenés donde parar y una ducha esperándote es una de las mejores noticias que podés recibir durante un viaje. Mucho más cuando estás en la previa de una gran descompostura.

Allí dimos los primeros Talleres fuera del país en dos escuelas. El primero para un gran número de chicos que se los vio muy entretenidos y disfrutando del encuentro y el segundo para las profesoras, de las cuales también recibimos una gran aceptación en agradecimiento.

Estábamos en plena recuperación pero hicimos el esfuerzo y fuimos igual. Valió la pena levantarnos de la cama e ir aunque no tuviéramos mucha energía. Además, ya nos habíamos comprometido y tampoco queríamos dejar pasar la oportunidad de conectar con la gente de Ilo, poder transmitirles nuestros conocimientos y hacerles llegar la propuesta que veníamos difundiendo.

Luego fuimos invitados al acto que se llevaba a cabo (en uno de los colegios donde Karim daba clases) por el aniversario de la Independencia y sorpresivamente nos nombraron por el altavoz, agradecieron nuestra presencia y nos hicieron participar del mismo bailando. Al finalizar el acto los niños se acercaron a nosotros como si fuéramos estrellas de cine a pedirnos autógrafos. Nos quedamos a una cena que organizaron los maestros y como buenos amantes de la parrilla tomamos las riendas y nos encargamos de cocinar unos ricos pollos.

Paseamos por la ciudad con Karim y sus hijos y cuando nos sentimos nuevamente con fuerza decidimos continuar viaje.

Karim viajaba a Arequipa al día siguiente de nuestra partida, y esa era una ciudad que me interesaba mucho conocer. Nuestra ruta no la incluía porque el camino es muy duro, la ciudad está a 2355 msnm aproximadamente mientras que Ilo es una ciudad costera. Sin embargo, decidimos salir el día que teníamos planeado y no ir a Arequipa con ella.

Pedaleamos 100 kilómetros al costado del mar, con subidas y bajadas constantes y después de cinco horas llegamos a Punta Bombón sin problemas. Allí nos dirigimos a la Comisaria, frente a la plaza del pueblo y nos permitieron acampar cerca de un depósito de la Policía, en medio de la vereda, literalmente. La única condición era dejar un poco de espacio para que la gente pudiera pasar.


QR - Karim

A la mañana siguiente, antes de salir, comenzó otra vez el malestar estomacal. Gonza ya había sentido algo de dolor por la noche. Hicimos unos 5 kilómetros para alejarnos del pueblo y apenas pudimos nos metimos campo adentro. Avanzamos unos pocos kilómetros más y empecé a sentir el dolor de panza más fuerte de mi vida. No podía incorporarme ni ponerme derecho, estaba realmente doblado de dolor. Al divisar una plaza apoyé la bici en un banco y me tiré al pasto. Inmediatamente me empezaron a picar los mosquitos así que le pedí a Gonza que armara la carpa ya que no me podía mover. Al sentir unos fuertes retorcijones salí en busca de un baño y por suerte una señora de un comedor no sólo me dejó pasar varias veces, sino que hasta me hizo un té. Había varios niños jugando que se acercaron a investigar quienes eran esos locos que estaban acampando en medio de la plaza. Uno de ellos, Víctor, fue hasta su casa y nos trajo un plato de comida caliente.

Como si hubiera presentido algo, Karim nos escribió para ver cómo estábamos y le contamos nuestra situación. Pensábamos pasar la noche allí y a la mañana siguiente ver cómo me sentía para poder continuar.

Comments


IMG-20180925-WA0047.jpg
Sobre nosotros

Somos Tomás y Gonza, dos amigos (a esta altura hermanos) que tras varios años de esperar el momento perfecto y que no apareciera, decidimos hacer del 21 de marzo de 2017 ese momento y empezamos una nueva vida.

 

leer más

 

  • White Facebook Icon
bottom of page